jueves, 4 de abril de 2013

Músicos en la Iglesia: ¿Servidores o Pop/Rock-Stars?

Ante todo, y antes que nadie se enoje, tenemos que reconocer que a todos nos agrada más ser servidos que servir, nos sale más fácil, no es cierto ? Y en particular a los músicos, tal vez por nuestro temperamento o forma de ser, nos gusta sentirnos ”especiales”,”distintos” al resto de la Comunidad. Además servir va contra los deseos de nuestra naturaleza y también contra la cultura que impera en nuestra sociedad. En nuestros días está bien visto ser un exitoso, un ganador, no un servidor. Alguna vez alguien le preguntó a un famoso director de orquesta cuál era el instrumento más difícil de tocar. Tras pensarlo unos segundos, el director dijo : “El segundo violín. Puedo conseguir fácilmente primeros violines, pero es muy difícil hallar alguien que toque el segundo violín con igual entusiasmo. Y si nadie lo toca no tenemos armonía” . Déjame preguntarte...¿ de qué manera tocas el segundo violín? ¿rezongando? ¿o con alegría ? ¿ O nunca te pasó?

Dice 1 Cor 4,1 :...que nos tengan los hombres por servidores de Cristo...” ¿Cómo nos ven los hermanos de nuestra comunidad que no son músicos ¿Cómo verdaderos siervos ? o ¿ cómo “seudo-estrellas” ?.

Hay en algunos músicos un secreto sentimiento de sentirse superiores al resto, lógicamente nadie lo dice en voz alta, pero esa actitud la podemos comunicar al resto de la comunidad de muchas maneras. La manera en que tratamos a los demás revela indudablemente lo que pensamos de ellos. Supongamos que en un ministerio de música (imaginario, por supuesto, estas cosas no ocurren en realidad ) uno de los integrantes crea sinceramente ser mejor músico que los demás. Probablemente no se lo diga a nadie, pero si falta a los ensayos o llega tarde o hace comentarios duros cuando los demás se equivocan, o no participa en otra actividad a menos que él toque o cante...como diría el cantautor argentino Alejandro Lerner : “...no hace falta que lo digas...”

Sin duda en este caso imaginario hay orgullo y también, mucha inseguridad. Y es muy fácil notarlo en otros pero no en nosotros. Dice San Pablo, “el que se gloríe, gloríese en el Señor” (2 Cor 10,17). No tenemos nada que no nos haya sido dado por Dios, por lo tanto, si cantas o ejecutas bien un instrumento, simplemente, dale gracias a Él que te ha regalado ese don y hazlo crecer. El Señor nos mostró lavándole los pies a sus discípulos (Jn 13,1-15) que aunque se ponía la toalla como el siervo, no dejaba de ser el Señor. Es que Jesús no tenía problemas de identidad. El sabía quién era y adonde iba. Nosotros sí tenemos serios problemas de identidad. No queremos ponernos la toalla y servir ...“a ver si se confunden y creen que soy un siervo cualquiera cuando en realidad soy una estrella de la música católica ”.

También es posible servir a Dios con la música y perseguir fines egoístas. En Hechos 8,17.24 encontramos un hombre, Simón que al ver las manifestaciones del Espíritu Santo, a través de Pedro y Juan quiso “comprar” ese poder solo para satisfacer su ego. Quería el poder del Espíritu, pero no para servir a Dios, sino para “mantenerse vigente” en su ciudad y no perder influencia. No es fácil, pero es necesario que periódicamente revisemos con sinceridad y sin temor, nuestras motivaciones. ¿Por qué haces lo que haces? Puede darse el caso de que creamos sinceramente estar sirviendo a Dios, pero en realidad nos estemos sirviendo a nosotros mismos, a nuestro deseo de ocupar lugares, de llamar la atención y ser aplaudidos. Tenemos que buscar primero el reino de Dios, no el nuestro, ni tampoco el reino del arte, Jesús tiene que ocupar el primer lugar. Como dijo Juan :”...es necesario que Él crezca...”

Otra tentación muy común es poner la confianza en nuestros dones más que en el dador de los dones. La autosuficiencia puede tendernos una trampa peligrosa. Confiar más en que las canciones de la misa o del recital nos saldrán bien porque sabemos como hacerlo o porque ya lo hemos hecho muchas veces, más que confiar en el poder de nuestro Buen Dios es un gran error que tenemos que evitar.

Sin duda, Jesús es el ejemplo de servidor que tenemos que seguir. En un mundo donde todos quieren mandar, Él nos invita a lavar los “pies sucios” de nuestros hermanos. Mt, 23-11 “el mayor entre vosotros, será vuestro servidor”. Sin duda revolucionario. Y en el ámbito del arte, donde las “estrellas” del mundo son famosas, ricas y salen en la tele, todo un desafío para los que hemos sido llamados a servir a Dios a través de la música.

Carlos Seoane



martes, 2 de abril de 2013

Felices Pascuas!!

CRISTO HA RESUCITADO!! VERDADERAMENTE HA RESUCITADO!! ALELUYA!!!


Los integrantes de la Banda Regina Coeli, queremos desear a todos una muy Feliz Pascua de Resurrección. Que el Señor Resucitado bendiga a cada uno de ustedes!! A celebrar!! ALELUYA!!!


martes, 8 de enero de 2013

Jornada Mundial de la Paz

El pasado 1ro de Enero celebramos la XLVI Jornada Mundial de la Paz y este fue el mensaje que nuestro querido Papa SS Benedicto XVI nos regaló para vivir este día y ponerlo en práctica a lo largo de 2013!! Los invitamos a leerlo y compartirlo en sus familias, grupos de oración, parroquias, etc.
MENSAJE DE SU SANTIDAD
BENEDICTO XVI
PARA LA CELEBRACIÓN DE LA
XLVI JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ

1 DE ENERO DE 2013

BIENAVENTURADOS LOS QUE TRABAJAN POR LA PAZ




1. Cada nuevo año trae consigo la esperanza de un mundo mejor. En esta perspectiva, pido a Dios, Padre de la humanidad, que nos conceda la concordia y la paz, para que se puedan cumplir las aspiraciones de una vida próspera y feliz para todos.
Trascurridos 50 años del Concilio Vaticano II, que ha contribuido a fortalecer la misión de la Iglesia en el mundo, es alentador constatar que los cristianos, como Pueblo de Dios en comunión con él y caminando con los hombres, se comprometen en la historia compartiendo las alegrías y esperanzas, las tristezas y angustias[1], anunciando la salvación de Cristo y promoviendo la paz para todos.
En efecto, este tiempo nuestro, caracterizado por la globalización, con sus aspectos positivos y negativos, así como por sangrientos conflictos aún en curso, y por amenazas de guerra, reclama un compromiso renovado y concertado en la búsqueda del bien común, del desarrollo de todos los hombres y de todo el hombre.
Causan alarma los focos de tensión y contraposición provocados por la creciente desigualdad entre ricos y pobres, por el predominio de una mentalidad egoísta e individualista, que se expresa también en un capitalismo financiero no regulado. Aparte de las diversas formas de terrorismo y delincuencia internacional, representan un peligro para la paz los fundamentalismos y fanatismos que distorsionan la verdadera naturaleza de la religión, llamada a favorecer la comunión y la reconciliación entre los hombres.
Y, sin embargo, las numerosas iniciativas de paz que enriquecen el mundo atestiguan la vocación innata de la humanidad hacia la paz. El deseo de paz es una aspiración esencial de cada hombre, y coincide en cierto modo con el deseo de una vida humana plena, feliz y lograda. En otras palabras, el deseo de paz se corresponde con un principio moral fundamental, a saber, con el derecho y el deber a un desarrollo integral, social, comunitario, que forma parte del diseño de Dios sobre el hombre. El hombre está hecho para la paz, que es un don de Dios.
Todo esto me ha llevado a inspirarme para este mensaje en las palabras de Jesucristo: «Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios» (Mt 5,9). 


La bienaventuranza evangélica
 

2. Las bienaventuranzas proclamadas por Jesús (cf. Mt 5,3-12; Lc 6,20-23) son promesas. En la tradición bíblica, en efecto, la bienaventuranza pertenece a un género literario que comporta siempre una buena noticia, es decir, un evangelio que culmina con una promesa. Por tanto, las bienaventuranzas no son meras recomendaciones morales, cuya observancia prevé que, a su debido tiempo –un tiempo situado normalmente en la otra vida–, se obtenga una recompensa, es decir, una situación de felicidad futura. La bienaventuranza consiste más bien en el cumplimiento de una promesa dirigida a todos los que se dejan guiar por las exigencias de la verdad, la justicia y el amor. Quienes se encomiendan a Dios y a sus promesas son considerados frecuentemente por el mundo como ingenuos o alejados de la realidad. Sin embargo, Jesús les declara que, no sólo en la otra vida sino ya en ésta, descubrirán que son hijos de Dios, y que, desde siempre y para siempre, Dios es totalmente solidario con ellos. Comprenderán que no están solos, porque él está a favor de los que se comprometen con la verdad, la justicia y el amor. Jesús, revelación del amor del Padre, no duda en ofrecerse con el sacrificio de sí mismo. Cuando se acoge a Jesucristo, Hombre y Dios, se vive la experiencia gozosa de un don inmenso: compartir la vida misma de Dios, es decir, la vida de la gracia, prenda de una existencia plenamente bienaventurada. En particular, Jesucristo nos da la verdadera paz que nace del encuentro confiado del hombre con Dios.
La bienaventuranza de Jesús dice que la paz es al mismo tiempo un don mesiánico y una obra humana. En efecto, la paz presupone un humanismo abierto a la trascendencia. Es fruto del don recíproco, de un enriquecimiento mutuo, gracias al don que brota de Dios, y que permite vivir con los demás y para los demás. La ética de la paz es ética de la comunión y de la participación. Es indispensable, pues, que las diferentes culturas actuales superen antropologías y éticas basadas en presupuestos teórico-prácticos puramente subjetivistas y pragmáticos, en virtud de los cuales las relaciones de convivencia se inspiran en criterios de poder o de beneficio, los medios se convierten en fines y viceversa, la cultura y la educación se centran únicamente en los instrumentos, en la tecnología y la eficiencia. Una condición previa para la paz es el desmantelamiento de la dictadura del relativismo moral y del presupuesto de una moral totalmente autónoma, que cierra las puertas al reconocimiento de la imprescindible ley moral natural inscrita por Dios en la conciencia de cada hombre. La paz es la construcción de la convivencia en términos racionales y morales, apoyándose sobre un fundamento cuya medida no la crea el hombre, sino Dios: « El Señor da fuerza a su pueblo, el Señor bendice a su pueblo con la paz », dice el Salmo 29 (v. 11).
 

La paz, don de Dios y obra del hombre
 

3. La paz concierne a la persona humana en su integridad e implica la participación de todo el hombre. Se trata de paz con Dios viviendo según su voluntad. Paz interior con uno mismo, y paz exterior con el prójimo y con toda la creación. Comporta principalmente, como escribió el beato Juan XXIII en la Encíclica Pacem in Terris, de la que dentro de pocos meses se cumplirá el 50 aniversario, la construcción de una convivencia basada en la verdad, la libertad, el amor y la justicia[2]. La negación de lo que constituye la verdadera naturaleza del ser humano en sus dimensiones constitutivas, en su capacidad intrínseca de conocer la verdad y el bien y, en última instancia, a Dios mismo, pone en peligro la construcción de la paz. Sin la verdad sobre el hombre, inscrita en su corazón por el Creador, se menoscaba la libertad y el amor, la justicia pierde el fundamento de su ejercicio.
Para llegar a ser un auténtico trabajador por la paz, es indispensable cuidar la dimensión trascendente y el diálogo constante con Dios, Padre misericordioso, mediante el cual se implora la redención que su Hijo Unigénito nos ha conquistado. Así podrá el hombre vencer ese germen de oscuridad y de negación de la paz que es el pecado en todas sus formas: el egoísmo y la violencia, la codicia y el deseo de poder y dominación, la intolerancia, el odio y las estructuras injustas.
La realización de la paz depende en gran medida del reconocimiento de que, en Dios, somos una sola familia humana. Como enseña la Encíclica Pacem in Terris, se estructura mediante relaciones interpersonales e instituciones apoyadas y animadas por un « nosotros » comunitario, que implica un orden moral interno y externo, en el que se reconocen sinceramente, de acuerdo con la verdad y la justicia, los derechos recíprocos y los deberes mutuos. La paz es un orden vivificado e integrado por el amor, capaz de hacer sentir como propias las necesidades y las exigencias del prójimo, de hacer partícipes a los demás de los propios bienes, y de tender a que sea cada vez más difundida en el mundo la comunión de los valores espirituales. Es un orden llevado a cabo en la libertad, es decir, en el modo que corresponde a la dignidad de las personas, que por su propia naturaleza racional asumen la responsabilidad de sus propias obras[3].
La paz no es un sueño, no es una utopía: la paz es posible. Nuestros ojos deben ver con mayor profundidad, bajo la superficie de las apariencias y las manifestaciones, para descubrir una realidad positiva que existe en nuestros corazones, porque todo hombre ha sido creado a imagen de Dios y llamado a crecer, contribuyendo a la construcción de un mundo nuevo. En efecto, Dios mismo, mediante la encarnación del Hijo, y la redención que él llevó a cabo, ha entrado en la historia, haciendo surgir una nueva creación y una alianza nueva entre Dios y el hombre (cf. Jr 31,31-34), y dándonos la posibilidad de tener « un corazón nuevo » y « un espíritu nuevo » (cf. Ez 36,26).
Precisamente por eso, la Iglesia está convencida de la urgencia de un nuevo anuncio de Jesucristo, el primer y principal factor del desarrollo integral de los pueblos, y también de la paz. En efecto, Jesús es nuestra paz, nuestra justicia, nuestra reconciliación (cf. Ef 2,14; 2Co 5,18). El que trabaja por la paz, según la bienaventuranza de Jesús, es aquel que busca el bien del otro, el bien total del alma y el cuerpo, hoy y mañana.
A partir de esta enseñanza se puede deducir que toda persona y toda comunidad –religiosa, civil, educativa y cultural– está llamada a trabajar por la paz. La paz es principalmente la realización del bien común de las diversas sociedades, primarias e intermedias, nacionales, internacionales y de alcance mundial. Precisamente por esta razón se puede afirmar que las vías para construir el bien común son también las vías a seguir para obtener la paz.
 

Los que trabajan por la paz son quienes aman, defienden
y promueven la vida en su integridad

 

4. El camino para la realización del bien común y de la paz pasa ante todo por el respeto de la vida humana, considerada en sus múltiples aspectos, desde su concepción, en su desarrollo y hasta su fin natural. Auténticos trabajadores por la paz son, entonces, los que aman, defienden y promueven la vida humana en todas sus dimensiones: personal, comunitaria y transcendente. La vida en plenitud es el culmen de la paz. Quien quiere la paz no puede tolerar atentados y delitos contra la vida.
Quienes no aprecian suficientemente el valor de la vida humana y, en consecuencia, sostienen por ejemplo la liberación del aborto, tal vez no se dan cuenta que, de este modo, proponen la búsqueda de una paz ilusoria. La huida de las responsabilidades, que envilece a la persona humana, y mucho más la muerte de un ser inerme e inocente, nunca podrán traer felicidad o paz. En efecto, ¿cómo es posible pretender conseguir la paz, el desarrollo integral de los pueblos o la misma salvaguardia del ambiente, sin que sea tutelado el derecho a la vida de los más débiles, empezando por los que aún no han nacido? Cada agresión a la vida, especialmente en su origen, provoca inevitablemente daños irreparables al desarrollo, a la paz, al ambiente. Tampoco es justo codificar de manera subrepticia falsos derechos o libertades, que, basados en una visión reductiva y relativista del ser humano, y mediante el uso hábil de expresiones ambiguas encaminadas a favorecer un pretendido derecho al aborto y a la eutanasia, amenazan el derecho fundamental a la vida.
También la estructura natural del matrimonio debe ser reconocida y promovida como la unión de un hombre y una mujer, frente a los intentos de equipararla desde un punto de vista jurídico con formas radicalmente distintas de unión que, en realidad, dañan y contribuyen a su desestabilización, oscureciendo su carácter particular y su papel insustituible en la sociedad.
Estos principios no son verdades de fe, ni una mera derivación del derecho a la libertad religiosa. Están inscritos en la misma naturaleza humana, se pueden conocer por la razón, y por tanto son comunes a toda la humanidad. La acción de la Iglesia al promoverlos no tiene un carácter confesional, sino que se dirige a todas las personas, prescindiendo de su afiliación religiosa. Esta acción se hace tanto más necesaria cuanto más se niegan o no se comprenden estos principios, lo que es una ofensa a la verdad de la persona humana, una herida grave inflingida a la justicia y a la paz.
Por tanto, constituye también una importante cooperación a la paz el reconocimiento del derecho al uso del principio de la objeción de conciencia con respecto a leyes y medidas gubernativas que atentan contra la dignidad humana, como el aborto y la eutanasia, por parte de los ordenamientos jurídicos y la administración de la justicia.
Entre los derechos humanos fundamentales, también para la vida pacífica de los pueblos, está el de la libertad religiosa de las personas y las comunidades. En este momento histórico, es cada vez más importante que este derecho sea promovido no sólo desde un punto de vista negativo, como libertad frente –por ejemplo, frente a obligaciones o constricciones de la libertad de elegir la propia religión–, sino también desde un punto de vista positivo, en sus varias articulaciones, como libertad de, por ejemplo, testimoniar la propia religión, anunciar y comunicar su enseñanza, organizar actividades educativas, benéficas o asistenciales que permitan aplicar los preceptos religiosos, ser y actuar como organismos sociales, estructurados según los principios doctrinales y los fines institucionales que les son propios. Lamentablemente, incluso en países con una antigua tradición cristiana, se están multiplicando los episodios de intolerancia religiosa, especialmente en relación con el cristianismo o de quienes simplemente llevan signos de identidad de su religión.
El que trabaja por la paz debe tener presente que, en sectores cada vez mayores de la opinión pública, la ideología del liberalismo radical y de la tecnocracia insinúan la convicción de que el crecimiento económico se ha de conseguir incluso a costa de erosionar la función social del Estado y de las redes de solidaridad de la sociedad civil, así como de los derechos y deberes sociales. Estos derechos y deberes han de ser considerados fundamentales para la plena realización de otros, empezando por los civiles y políticos.
Uno de los derechos y deberes sociales más amenazados actualmente es el derecho al trabajo. Esto se debe a que, cada vez más, el trabajo y el justo reconocimiento del estatuto jurídico de los trabajadores no están adecuadamente valorizados, porque el desarrollo económico se hace depender sobre todo de la absoluta libertad de los mercados. El trabajo es considerado una mera variable dependiente de los mecanismos económicos y financieros. A este propósito, reitero que la dignidad del hombre, así como las razones económicas, sociales y políticas, exigen que « se siga buscando como prioridad el objetivo del acceso al trabajo por parte de todos, o lo mantengan »[4]. La condición previa para la realización de este ambicioso proyecto es una renovada consideración del trabajo, basada en los principios éticos y valores espirituales, que robustezca la concepción del mismo como bien fundamental para la persona, la familia y la sociedad. A este bien corresponde un deber y un derecho que exigen nuevas y valientes políticas de trabajo para todos.
 

Construir el bien de la paz mediante un nuevo modelo de desarrollo y de economía
 

5. Actualmente son muchos los que reconocen que es necesario un nuevo modelo de desarrollo, así como una nueva visión de la economía. Tanto el desarrollo integral, solidario y sostenible, como el bien común, exigen una correcta escala de valores y bienes, que se pueden estructurar teniendo a Dios como referencia última. No basta con disposiciones de muchos medios y una amplia gama de opciones, aunque sean de apreciar. Tanto los múltiples bienes necesarios para el desarrollo, como las opciones posibles deben ser usados según la perspectiva de una vida buena, de una conducta recta que reconozca el primado de la dimensión espiritual y la llamada a la consecución del bien común. De otro modo, pierden su justa valencia, acabando por ensalzar nuevos ídolos.
Para salir de la actual crisis financiera y económica – que tiene como efecto un aumento de las desigualdades – se necesitan personas, grupos e instituciones que promuevan la vida, favoreciendo la creatividad humana para aprovechar incluso la crisis como una ocasión de discernimiento y un nuevo modelo económico. El que ha prevalecido en los últimos decenios postulaba la maximización del provecho y del consumo, en una óptica individualista y egoísta, dirigida a valorar a las personas sólo por su capacidad de responder a las exigencias de la competitividad. Desde otra perspectiva, sin embargo, el éxito auténtico y duradero se obtiene con el don de uno mismo, de las propias capacidades intelectuales, de la propia iniciativa, puesto que un desarrollo económico sostenible, es decir, auténticamente humano, necesita del principio de gratuidad como manifestación de fraternidad y de la lógica del don[5]. En concreto, dentro de la actividad económica, el que trabaja por la paz se configura como aquel que instaura con sus colaboradores y compañeros, con los clientes y los usuarios, relaciones de lealtad y de reciprocidad. Realiza la actividad económica por el bien común, vive su esfuerzo como algo que va más allá de su propio interés, para beneficio de las generaciones presentes y futuras. Se encuentra así trabajando no sólo para sí mismo, sino también para dar a los demás un futuro y un trabajo digno.
En el ámbito económico, se necesitan, especialmente por parte de los estados, políticas de desarrollo industrial y agrícola que se preocupen del progreso social y la universalización de un estado de derecho y democrático. Es fundamental e imprescindible, además, la estructuración ética de los mercados monetarios, financieros y comerciales; éstos han de ser estabilizados y mejor coordinados y controlados, de modo que no se cause daño a los más pobres. La solicitud de los muchos que trabajan por la paz se debe dirigir además – con una mayor resolución respecto a lo que se ha hecho hasta ahora – a atender la crisis alimentaria, mucho más grave que la financiera. La seguridad de los aprovisionamientos de alimentos ha vuelto a ser un tema central en la agenda política internacional, a causa de crisis relacionadas, entre otras cosas, con las oscilaciones repentinas de los precios de las materias primas agrícolas, los comportamientos irresponsables por parte de algunos agentes económicos y con un insuficiente control por parte de los gobiernos y la comunidad internacional. Para hacer frente a esta crisis, los que trabajan por la paz están llamados a actuar juntos con espíritu de solidaridad, desde el ámbito local al internacional, con el objetivo de poner a los agricultores, en particular en las pequeñas realidades rurales, en condiciones de poder desarrollar su actividad de modo digno y sostenible desde un punto de vista social, ambiental y económico.
 

La educación a una cultura de la paz:
el papel de la familia y de las instituciones

 

6. Deseo reiterar con fuerza que todos los que trabajan por la paz están llamados a cultivar la pasión por el bien común de la familia y la justicia social, así como el compromiso por una educación social idónea.
Ninguno puede ignorar o minimizar el papel decisivo de la familia, célula base de la sociedad desde el punto de vista demográfico, ético, pedagógico, económico y político. Ésta tiene como vocación natural promover la vida: acompaña a las personas en su crecimiento y las anima a potenciarse mutuamente mediante el cuidado recíproco. En concreto, la familia cristiana lleva consigo el germen del proyecto de educación de las personas según la medida del amor divino. La familia es uno de los sujetos sociales indispensables en la realización de una cultura de la paz. Es necesario tutelar el derecho de los padres y su papel primario en la educación de los hijos, en primer lugar en el ámbito moral y religioso. En la familia nacen y crecen los que trabajan por la paz, los futuros promotores de una cultura de la vida y del amor[6].
En esta inmensa tarea de educación a la paz están implicadas en particular las comunidades religiosas. La Iglesia se siente partícipe en esta gran responsabilidad a través de la nueva evangelización, que tiene como pilares la conversión a la verdad y al amor de Cristo y, consecuentemente, un nuevo nacimiento espiritual y moral de las personas y las sociedades. El encuentro con Jesucristo plasma a los que trabajan por la paz, comprometiéndoles en la comunión y la superación de la injusticia.
Las instituciones culturales, escolares y universitarias desempeñan una misión especial en relación con la paz. A ellas se les pide una contribución significativa no sólo en la formación de nuevas generaciones de líderes, sino también en la renovación de las instituciones públicas, nacionales e internacionales. También pueden contribuir a una reflexión científica que asiente las actividades económicas y financieras en un sólido fundamento antropológico y ético. El mundo actual, particularmente el político, necesita del soporte de un pensamiento nuevo, de una nueva síntesis cultural, para superar tecnicismos y armonizar las múltiples tendencias políticas con vistas al bien común. Éste, considerado como un conjunto de relaciones interpersonales e institucionales positivas al servicio del crecimiento integral de los individuos y los grupos, es la base de cualquier educación a la auténtica paz.
 

Una pedagogía del que trabaja por la paz
 

7. Como conclusión, aparece la necesidad de proponer y promover una pedagogía de la paz. Ésta pide una rica vida interior, claros y válidos referentes morales, actitudes y estilos de vida apropiados. En efecto, las iniciativas por la paz contribuyen al bien común y crean interés por la paz y educan para ella. Pensamientos, palabras y gestos de paz crean una mentalidad y una cultura de la paz, una atmósfera de respeto, honestidad y cordialidad. Es necesario enseñar a los hombres a amarse y educarse a la paz, y a vivir con benevolencia, más que con simple tolerancia. Es fundamental que se cree el convencimiento de que « hay que decir no a la venganza, hay que reconocer las propias culpas, aceptar las disculpas sin exigirlas y, en fi n, perdonar »[7],de modo que los errores y las ofensas puedan ser en verdad reconocidos para avanzar juntos hacia la reconciliación. Esto supone la difusión de una pedagogía del perdón. El mal, en efecto, se vence con el bien, y la justicia se busca imitando a Dios Padre que ama a todos sus hijos (cf. Mt 5,21-48). Es un trabajo lento, porque supone una evolución espiritual, una educación a los más altos valores, una visión nueva de la historia humana. Es necesario renunciar a la falsa paz que prometen los ídolos de este mundo y a los peligros que la acompañan; a esta falsa paz que hace las conciencias cada vez más insensibles, que lleva a encerrarse en uno mismo, a una existencia atrofiada, vivida en la indiferencia. Por el contrario, la pedagogía de la paz implica acción, compasión, solidaridad, valentía y perseverancia.
Jesús encarna el conjunto de estas actitudes en su existencia, hasta el don total de sí mismo, hasta « perder la vida » (cf. Mt 10,39; Lc 17,33; Jn 12,35). Promete a sus discípulos que, antes o después, harán el extraordinario descubrimiento del que hemos hablado al inicio, es decir, que en el mundo está Dios, el Dios de Jesús, completamente solidario con los hombres. En este contexto, quisiera recordar la oración con la que se pide a Dios que nos haga instrumentos de su paz, para llevar su amor donde hubiese odio, su perdón donde hubiese ofensa, la verdadera fe donde hubiese duda. Por nuestra parte, junto al beato Juan XXIII, pidamos a Dios que ilumine también con su luz la mente de los que gobiernan las naciones, para que, al mismo tiempo que se esfuerzan por el justo bienestar de sus ciudadanos, aseguren y defiendan el don hermosísimo de la paz; que encienda las voluntades de todos los hombres para echar por tierra las barreras que dividen a los unos de los otros, para estrechar los vínculos de la mutua caridad, para fomentar la recíproca comprensión, para perdonar, en fin, a cuantos nos hayan injuriado. De esta manera, bajo su auspicio y amparo, todos los pueblos se abracen como hermanos y florezca y reine siempre entre ellos la tan anhelada paz[8].
Con esta invocación, pido que todos sean verdaderos trabajadores y constructores de paz, de modo que la ciudad del hombre crezca en fraterna concordia, en prosperidad y paz.
Vaticano, 8 de diciembre de 2012


BENEDICTUS PP. XVI




[1] Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Cost. past. Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, 1.
[2] Cf. Carta enc. Pacem in terris (11 abril 1963): AAS 55 (1963), 265-266.
[3] Cf. ibíd.: AAS 55 (1963), 266.
[4] Carta enc., Caritas in veritate (29 junio 2009), 32: AAS 101 (2009), 666-667.
[5] Cf. ibíd., 34. 36: AAS 101 (2009), 668-670; 671-672.
[6] Cf. Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1994 (8 diciembre 1993), 2: AAS 86 (1994), 156-162.
[7] Discurso a los miembros del gobierno, de las instituciones de la república, el cuerpo diplomático, los responsables religiosos y los representantes del mundo de la cultura, Baabda-Líbano (15 septiembre 2012): L’Osservatore Romano, ed. en lengua española, 23 septiembre 2012, p. 6.
[8] Cf. Carta enc. Pacem in terris (11 abril 1963): AAS 55 (1963), 304.
© Copyright 2012 - Libreria Editrice Vaticana




sábado, 5 de enero de 2013

¡Feliz Año Nuevo 2013!


Hola hermanos!! Un abrazo en Cristo Jesús!! Desde la familia Regina Coeli queremos desear a todos un Feliz Año 2013!! Sigamos apoyando la Música Católica en cada lugar, comenzando por nuestras parroquias y ayudemos a promover cada evento (concierto, retiro, convivencia, festival) donde participen grupos de música católica! Dios los bendiga!!

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Características de los Músicos de Dios

Desde los inicios la música ha sido un vínculo privilegiado de comunicación entre Dios y los hombres, basta que mencionar que Dios mismo "danzaba y gritaba de júbilo" cuando su pueblo le era fiel (Sof. 3, 17-18) y que el propio Jesús cantaba junto a sus apóstoles (Mc. 14, 26)
Pero... ¿qué papel jugaban los músicos en el plan de salvación de Dios?
En el Antiguo Testamento encontramos que la música era utilizada para ALABANZA Y ADORACION a Yavé. Al respecto, podríamos citar todo el libro de Salmos del rey David; pero sin duda David no fue el único personaje bíblico que cantaba y danzaba a Yavé, ya que también lo hacían Moisés (Ex. 15, 1-17); Ana, la madre de Samuel (1 Sam. 2); el rey Ezequías (Is. 12); tres jóvenes (Dan. 3, 52), Tobías (Tob. 13); etc. Sin embargo, esta dimensión "lúdica" de la música se combinaba con una fuerte dosis testimonial y profética. 
También vemos que la música era utilizada en el A.T. para la GUERRA. De hecho y por instrucciones directas del mismo Yavé, los músicos solían ser enviados DELANTE de los ejércitos ejecutando sus respectivos instrumentos en alabanza a Dios y tan pronto LA MUSICA EMPEZABA A SONAR, el poder de Dios se MANIFESTABA instantáneamente derrotando al enemigo (Josué 6, 1-5) (2 Cor. 20, 13-23). 
Resulta apasionante descubrir cómo la música en la antigüedad era utilizada para EXCITAR EL BUEN ESPIRITU (1 Sam. 10, 5) así como para ALEJAR EL MAL ESPIRITU (1 Sam. 16, 14-23). Es muy descriptivo el párrafo donde el rey Saúl, aquejado de un extraño mal, solo encontraba calma y bienestar cuando David tocaba la cítara (léase actualmente "guitarra"). 
Atributos del músico
Cuando Saúl preguntó a sus servidores por algún "MÚSICO DE DIOS" para que lo calmara, un criado hizo una descripción de David, MENCIONANDO SEIS ATRIBUTOS de su personalidad que bien podríamos atribuirlos a aquel que aspire a ser un músico de Dios contemporáneo: 
1 - SABE TOCAR: Esto implica necesariamente "trabajo" y práctica diaria. Se trata no sólo de ejecutar un instrumento, sino de "saber como hacerlo y hacerlo bien". Ello conlleva a buscar condiciones mínimas adecuadas para "tocar bien" hoy en día (instrumento y audio en buenas condiciones, etc.) y constante perfeccionamiento de la ejecución. 
2 - ES VALIENTE: Una tentación para los músicos cristianos es el "dar vuelta en círculos". Vale decir, el cantar solo entre creyentes, sin arriesgarse a dar testimonio en otros ámbitos no cristianos. Sin embargo un compromiso del músico de Dios actual debe ser "abrir" nuevos frentes y respaldar a otras pastorales ante auditorios eventualmente adversos. 
3 - HÁBIL PARA LA GUERRA: Pero no se trata de cantar en cualquier lugar y condición, ni usar el lenguaje religioso en ámbitos donde sabemos que ello genera un rechazo inmediato. Estamos en una "guerra", donde los chicos reciben constantemente un "bombardeo" de mensajes, que van desde lo irrelevante, hasta lo abiertamente negativo; y nosotros debemos (antes de pregonar el rechazo a la música secular) proponer una alternativa musical diferente e imaginativa. 
4 - AGRADABLE PARA CONVERSAR: Otras traducciones aluden a "PALABRA AMENA". Nuestra misión como cristianos y como músicos de Dios es ser "sal de la tierra y luz del mundo" (Mt. 5, 13), por tanto nuestras letras, debiendo tener una dimensión profética de denuncia, no puede quedar solo en ello. 
Así mismo, el músico de Dios debe COMUNICARSE con su público de manera efectiva, y no elaborar versos tan complejos que solo él y un grupo selecto puede entender. 
5 - DE BUENA PRESENCIA: En la antigüedad, la buena presencia estaba también relacionada con la AUTENTICIDAD de la persona. Alude a Que la "presencia" de la persona resulta "grata" en cualquier circunstancia. En tal sentido, cabe preguntarnos, cuan "auténticos" somos los músicos, tanto en el escenario (léase: Templo, Auditorio, Salón Parroquial, etc.) y fuera de él. 
6 - YAVÉ ESTA CON EL: Esta es la distinción exclusiva de los músicos de Dios. Hasta el punto anterior, cualquier buen músico podría formar parte del "clan"; haciendo cantar, bailar, gritar, etc. Sin embargo, el nivel espiritual del músico le da una plusvalía que los hace experimentar que tanto Dios obra a través de la música CONVIRTIENDO CORAZONES.
Hoy en día, el Espíritu Santo está suscitando el surgimiento de un verdadero "ejercito" de músicos católicos en América Latina y el resto del mundo, quienes sostienen una desigual y difícil "guerra" contra los antivalores cada ves más promocionados por los multimedios. 
La mano del Espíritu se nota más, cuando este ejercito ha tenido que bregar contra la propia indiferencia eclesial de los inicios, revertir la tendencia a una respetuosa "simpatía" (con visos de apoyo) y sobre todo seguir creciendo a pesar de no contar con la difusión de medios de comunicación masivos. 
Autor: Carlos Seoane

martes, 31 de julio de 2012

Bienaventuranzas del Artista de Dios (Parte 5)

Hola!! 

Por aquí estamos de nuevo y vamos a finalizar ya con la última parte de estas bienaventuranzas que debemos llevar siempre en nuestros corazones, para que cada vez que tengamos la oportunidad de cantarle al Señor, ya sea en un concierto, convivencia, retiro o en una eucaristía, sea Él el único y más importante artista!! Dios los bendiga!!!

  • Felices los músicos que entienden que todos representamos una nota dentro del gran concierto de la creación, y que según como suene cada nota - clara, larga, continua, fuerte y aguda, o por el contrario sorda, grave, corta y débil - "Dios pagará su trabajo" (1. Corintios 3,4).
  • Felices los músicos que rechazan la competitividad como norma, como criterio de evaluación, como reconocimiento frente a otros artistas de su mismo credo, porque Dios es el supremo juez de nuestro canto y de nuestro corazón. 
  • Felices los artistas que buscan con su canto la paz y la unidad. 
  • Felices los artistas que buscan aprender en Dios. Dios es el único maestro que nos capacita para ser sus servidores. Servidores a través del arte no por un título, un pergamino, o un reconocimiento que otorgan los hombres, sino por su espíritu. Felices los artistas que se dejan moldear como arcilla en las manos de Dios. 
  • Felices los artistas de Dios que crean nuevos métodos, técnicas , conocimientos, y modos de aprendizaje, para emplearlos en una nueva evangelización.
  • Felices los artistas que promueven con sus obras una identidad cristiana católica en medio del secularismo y de la proliferación de otras sectas. 
Este árticulo de las bienaventuranzas del artista de Dios fue tomado de la web: www.cristomania.com

martes, 10 de julio de 2012

Bienaventuranzas del Artista de Dios (Parte 4)

Vamos a continuar compartiendo este escrito con ustedes...

  • Felices los músicos que permiten la participación activa y consciente de la comunidad, enseñando y meditando los cantos para que todos los fieles las conozcan y las puedan cantar. 
  • Felices los artistas que graban su música, no en un papel o en un fonograma - disco, casete, vh, dvd, mini disc...- sino en el corazón de los hombres para su salvación. 
  • Felices los artistas que escriben las letras de sus canciones o las letras de sus libretos para radio, cine, televisión, teatro..., "no con tinta, sino con el Espíritu del Dios viviente" ( 2 corintios 3, 3) 
  • Felices los que han hecho de los negocios musicales católicos, el único negocio de "salvar almas" (San Alfonso María Ligorio). "Atesorad tesoros para el cielo. Donde está tu tesoro allí estará tu corazón" Mateo 6. 
  • Felices los que administran con sabiduría el dinero, o las utilidades que se logran con la evangelización artística, para revertirlos en favor de toda la comunidad y de los más necesitados. 
  • Felices los que ven en sus compañeros de trabajo musical al servicio de Dios hombres iguales, sin envidias, sin discordias, sin distingo de raza, sexo o condición.